Qué dolor tan dulce me dejas,
una pena tan grande y tan almibarada que me saturala cabeza, el corazón y las arterias.
¿Qué querías?
¿Qué esperabas de este cuerpo y de esta piel baldía?
Si a penas me encuentro a mí
si no hay luces encendidas.
Qué dulce este dolor, que me recuerda que estoy viva.
Este despertar de la vida que calla,
zigzagueando entre complejos, miedos y angustias,
que batalla
esquivando enemigos,
esquivando amigos,
esquivando el decir que no.
El cañón frío de tus decisiones, posado sobre mis labios
me sabe a miel.
Sólo dispara, y conviérteme en lo que quieres.