viernes, 18 de febrero de 2011

Delirios de fiebre 1.0


Se dejó caer.
En su interior, tal vez no quería, pero se dejó caer. Una fuerza fuera de los límites de lo comprensible la acabó enviando al vacío... no tan vacío.
Notó el viento azotar su cara y su cuerpo durante tal vez dos segundos, cuando notó el primer impacto de una roca punzante, el crujir de su cuerpo, un espasmo de dolor. Dos o tres más y se convertía en una especie de muñeco de trapo. Se podría haber doblado por cualquier parte, como si se tratara de un juego macabro.
Dos, tres, tal vez cuatro golpes. El último en la nuca, y notó el chasquido. Acto seguido, el agua. El agua casi congelada, casi devolviéndola a la vida por imposible que pareciera, el agua recordándole la existencia de alguna conciencia aparte, un mar que parecía no tener bastante fondo para ahogar su voz interior.
Y entonces desperté dando un salto sobre la cama, entre sudores fríos como el agua, casi escuchándola chocar contra las rocas por culpa del zumbido de mis oídos. Influenza y pesadilla, la muerte esta vez fue solo un sueño. Como Doraemon.

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